domingo, 20 de enero de 2013

Urgencias

La mujer de negro




La sanidad pública está siendo objeto de un ataque sin tregua por parte de la derecha en España. Han emprendido un cambio de modelo profundo para privatizarla y cada día nos levantamos con una agresión nueva en cualquier punto de la geografía española. 

Siguen la técnica de la gota malaya.  Cada día una medida nueva encaminada al objetivo: la privatización total del sistema de salud español. Han visto una presa suculenta y no la sueltan. Quieren hacer el negocio del siglo a costa de nuestra salud con impuestos injustos e inconstitucionales sobre los medicamantos -el euro por receta-, privatizaciones de servicios hospitalarios, transformación de hospitales públicos de referencia en centros asistenciales, privatizaciones de grandes hospitales en Madrid (que ellos llaman "externalizaciones" haciendo piruetas con el lenguaje), amenaza de privatizaciones de los centros de salud y del sistema en general de la sanidad madrileña, ...y un largo etcétera. 

Hace unos días le tocó el turno a las urgencias de pueblos pequeños de Castilla la Mancha, que el Gobierno del PP de María Dolores de Cospedal quiere cerrar para ahorrar. Los habitantes de esos pueblos se han puesto en marcha para defender un servicio que consideran esencial, porque salva vidas. 

El cuento que pego a continuación va sobre este tema, que considero escandaloso, terrible y un gran retroceso. No se puede permitir que se cierren las urgencias, son vitales. La vida de los ciudadanos está por encima de cualquier consideración económica. Las urgencias son un servicio público que constituyen una inversión para la vida. ¡¡¡LA SANIDAD PÚBLICA NO SE VENDE, SE DEFIENDE!!!

La fotografía que ilustra el cuento es de Torres de Albarracín, un bello pueblo de la provincia de Teruel, que tuve la suerte de conocer gracias a un buen amigo. Este pueblo no está afectado por esta medida, pero la imagen representa un pequeño pueblo cualquiera de la geografía española al que le podría tocar, si las cosas siguen caminando por esta vereda tan regresiva.

Tanto el cuento como la fotografía han sido publicados también en la web www.nuevatribuna.es en la sección de cultura.

Va el cuento:

Urgencias
“Me desperté otra vez entre tus brazos/ me desperté llorando de alegría/tu me querías decir, no sé qué cosa/ pero callé tu boca con mis besos/ y así pasaron muchas…pero que muchas horas…”.  Con los ojos cerrados, bulle todavía entre las sábanas crudas, mientras suena esa canción muy bajito y, a continuación, enseguida escucha el “piii”- “piii” de la señal horaria de Radio Nacional.

Las siete de la mañana, hora de levantarse.  Pero esta mañana le cuesta salir de entre las sábanas. La canción de la radio ha puesto un punto de tristeza tibia en el inicio del día. La misma melodía sonaba la tarde de mediados de enero que se puso de parto, hace casi cincuenta años, en la salita de estar de la casa de sus padres.

El viento y la lluvia azotan con fuerza las contraventanas de su casa y los recuerdos pasan de una estancia a otra de su memoria con la urgencia de un yunque, lentos, causándole una zozobra vital que sujeta su cabeza más tiempo de lo debido a la almohada de su cama.

El final de la señal horaria ha dado paso al inicio de las noticias, que siguen amenazando con el anuncio del cierre de las urgencias médicas para todos los pueblos pequeños del valle donde vive.
Pobo de Dueñas, su pueblo, es uno de los afectados. Como otros tantos de la comarca se va a quedar sin atención sanitaria a partir de las ocho de la tarde. Parece mentira. Es una información que no puede soportar. Es superior a ella. Y encima, para añadir tristeza a su enojo, la escucha después de esa canción, que sonaba por la radio el día que se puso de parto de Adelita, su hija, una niña preciosa con la piel blanca y limpia, pero con el entendimiento frágil como la capa de caramelo que cubre las natillas.  

Adelita nació con muchas dificultades, porque no nacía, se quedó ahí encajada y el médico no llegaba, tenía que venir desde Guadalajara y la vecina de su madre, la señora Jacinta, que había hecho de partera en muchas ocasiones, esta vez no supo qué hacer para ayudarla. Cuando llegó el médico y consiguió sacar a su hija de sus entrañas, ayudado por una especie de pinzas metálicas que la asían de la cabeza, ya era un poco tarde para Adelita, que nació privada y tiempo después la catalogaron como afectada de “debilidad mental”.

Falta de oxígeno a la hora de nacer, esta es la causa de la “debilidad mental” de Adelita, que dentro de unos días cumplirá cincuenta años y sigue tan tierna como si tuviera cuatro. Lleva clavado en el alma que el mal de Adelita se podría haber evitado, que fue una cuestión de tiempo. 

Qué importante es el tiempo para algunas cosas. Unos minutos pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte, entre vivir del todo o con una tara para el resto de la existencia. Esos minutos terribles de espera marcaron la diferencia para su hija, la convirtieron en una niña perpetua, pero con carita de vieja. Por eso le indigna tanto lo del cierre de las urgencias. No entiende que se diga que las urgencias son caras, ¿es caro prevenir la muerte? ¿Les están diciendo a los de su comarca, que su vida vale menos que la vida de la gente que habita en las ciudades? Porque estamos hablando de la vida de las personas, que es preciosa, y única, y no se puede medir con dinero.

Todos los días se pregunta qué va a ser de Adelita cuando ella falte, porque están solas las dos y ella está camino de cumplir los setenta y tres. Y más ahora, que parece que todo se desmorona. “La vida ha cambiado”, “estamos en crisis”, “somos víctimas de un cambio de ciclo económico”, “la culpa es de todos, por vivir por encima de nuestras posibilidades”, “la sanidad es cara”, “las medicinas son caras”, “no se podrán costear las pensiones, porque son caras”…son frases que escucha todos los días por la radio. Pero ella se pregunta por encima de dónde ha vivido…si no se ha movido del pueblo y lo único que ha hecho ha sido trabajar y trabajar para sacar adelante a Adelita. Y ahora esto…lo de las urgencias.

Ella nunca había prestado mucha atención a la política, pero se ha dado cuenta que ahora la política ha cambiado. Se practica un tipo de política que ignora a las personas.  Y este tipo de política la tiene en el punto de mira, se ha fijado en ella de una manera física, brutal, que hiere, como si ella fuera un blanco fácil en una cacería, igual que se ha fijado en sus vecinos de Campillo, y en los de Peralejos, y en los de Checa, y en los de Blancas, y en los de Ojos Negros…a todos los quieren condenar antes de tiempo, al dejarlos huérfanos de atención médica.   

El cierre de las urgencias médicas en la comarca la devuelven a ella y a sus vecinos a cincuenta años atrás, cuando la gente se moría porque el médico llegaba tarde, o la vida quedaba condicionada para siempre por unos minutos de retraso vitales en la atención de un parto. Ella no quiere que nadie más vuelva a pasar por eso. Sabe que no se puede permitir que se cierren las urgencias médicas. Y está dispuesta a lo que sea. A sus setenta y tres años está dispuesta a lo que sea.

Esta mañana fría de enero, cuando faltan diez días para que Adelita cumpla cincuenta años, tiene la certeza de que “la vida ha cambiado”, sí, y de que “estamos en crisis”, sí, pero que ella no es culpable de nada, ni su hija, ni sus vecinos de la comarca, que no han parado de trabajar en toda su vida y seguro que tampoco van a permitir que los manden de vuelta así -por mandato de María Dolores- cincuenta años atrás. 

Carmen Barrios


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